por: María Fernanda Pérez
23/12/2025 | 5:30 pm
Freepik
La magia de las festividades se manifiesta a través del resplandor de las luces en hogares y oficinas, pero esta belleza estética exige una responsabilidad técnica rigurosa para evitar que la celebración se convierta en una emergencia.
La seguridad comienza con una inspección minuciosa de cada guirnalda, ya que las luces navideñas están fabricadas con cables extremadamente finos que pueden generar chispas ante cualquier signo de recalentamiento.
¿Cuál es el protocolo de seguridad?
Para garantizar un entorno protegido, es fundamental seguir un protocolo de uso consciente que inicia con la revisión de cables pelados, deshilachados o enchufes rotos, elementos que actúan como detonantes directos de cortocircuitos.
Esta vigilancia física se debe complementar con una gestión inteligente del tiempo y la carga eléctrica, limitando el encendido a un máximo de cuatro horas continuas para evitar el estrés térmico de los materiales, a la vez que se respeta la regla de oro de la conectividad: no superar los tres juegos de luces por cada extensión, evitando así la peligrosa saturación de los tomacorrientes que suele derivar en incendios estructurales.
Lo cierto es que la prevención más efectiva culmina con el hábito de la desconexión total cada vez que la vivienda quede vacía o durante las horas de sueño, asegurando que ningún sistema quede bajo tensión sin supervisión.
En el desafortunado caso de que estas medidas fallen y se produzca un incidente, la capacidad de respuesta es vital, recordando siempre que ante un fuego de origen eléctrico nunca se debe utilizar agua, debido a su alta conductividad que podría provocar descargas fatales, siendo preferible el uso de extintores específicos o la sofocación del oxígeno si el foco es aún pequeño y controlable.