por: María Fernanda Pérez
17/01/2024 | 10:00 pm
Archivo
Al final fue el polvo el que acabó con los dinosaurios; al menos ese es el hallazgo de simulaciones por computadora de las consecuencias del impacto de un asteroide que reformó la vida en la Tierra hace 66 millones de años.
El impacto catastrófico en lo que hoy es Chicxulub en la península de Yucatán en México acabó con el 75% de las especies de la Tierra, incluidos los dinosaurios no aviares, pero la naturaleza precisa del golpe mortal ha mantenido ocupados a los científicos durante décadas, considerando que los incendios forestales que arrojan hollín, las erupciones volcánicas y grandes cantidades de azufre son los culpables.
De este modo, investigadores de Bélgica sostienen que los “mecanismos exactos de muerte” puestos en marcha por el impacto siguen siendo poco comprendidos y que se ha prestado muy poca atención al papel de potencialmente billones de toneladas de polvo levantadas por el violento evento.
Arremolinándose en la atmósfera durante años, el hollín, el azufre y el polvo tienen la capacidad de bloquear el sol y contribuir a un invierno global en el que la vegetación falla, con efectos devastadores en cadena para los animales que sustenta.
Para profundizar en el papel de los diferentes factores, los científicos realizaron simulaciones del clima antiguo que tuvieron en cuenta mediciones de partículas finas recuperadas de un sitio en Dakota del Norte donde se asentó una capa de polvo generada por el impacto de Chicxulub.
Según las simulaciones, el polvo del tamaño encontrado en Dakota podría haber permanecido en la atmósfera hasta 15 años después de haber sido lanzado al cielo.
Al bloquear los rayos del sol, hasta 2 mil millones de toneladas podrían haber interrumpido la fotosíntesis durante casi dos años y haber enfriado el planeta hasta 15°C.
Creado a partir de granito pulverizado y otras rocas en el lugar del impacto, el polvo «muy probablemente impulsó el último evento de extinción masiva mediante la interrupción de la actividad fotosintética», esto según Cem Berk Senel, investigador del estudio en el Observatorio Real de Bélgica en Bruselas.