por: Edgar Pilca
29/06/2025 | 6:30 pm
Diana en Pexels
Ese suave y espumoso momento en la ducha, a menudo ayudado por una esponja de baño, podría no ser tan inocente como parece.
Las esponjas, ya sean las de malla sintética, las luffas naturales o los populares puf, son un caldo de cultivo ideal para bacterias y hongos, lo que puede tener consecuencias no deseadas para la salud de tu piel.
El ambiente cálido y húmedo de la ducha, combinado con los residuos de jabón y las células muertas de la piel que quedan atrapadas en la esponja, crea el entorno perfecto para la proliferación de microorganismos. Piensa en ello: cada vez que usas la esponja, recoges células muertas. Si la esponja no se seca completamente entre usos, esas células se convierten en alimento para bacterias y hongos, que se multiplican rápidamente.
Los riesgos para tu piel
Infecciones bacterianas: Las bacterias patógenas, como las que causan foliculitis (inflamación de los folículos pilosos) o impétigo, pueden transferirse fácilmente de una esponja contaminada a tu piel. Si tienes pequeños cortes, rasguños o incluso acné, estas bacterias pueden penetrar y causar o empeorar una infección.
Infecciones por hongos: Los hongos, como la Candida, también aman los ambientes húmedos. Una esponja de baño puede albergar estos hongos y, al usarse, contribuir a infecciones cutáneas.
Irritación y microlesiones: Aunque la exfoliación es buena, el uso diario y vigoroso de una esponja, especialmente las más ásperas, puede llevar a una exfoliación excesiva. Esto debilita la barrera protectora de la piel, dejándola irritada, enrojecida y más susceptible a infecciones. Además, el frotamiento excesivo puede causar microlesiones invisibles, que son puertas de entrada perfectas para los microorganismos.
Greta Hoffman en Pexels
¿Cómo minimizar los riesgos?
No tienes que renunciar por completo a tu esponja favorita, pero es crucial adoptar hábitos de higiene adecuados:
Enjuágala a fondo: Después de cada uso, enjuaga la esponja minuciosamente para eliminar todo el jabón y las células muertas.
Sécala completamente: Este es el paso más importante. Cuelga la esponja en un lugar ventilado, fuera de la ducha si es posible, para que se seque completamente entre usos. La humedad es el enemigo.
Desinfecta regularmente: Una vez a la semana, puedes sumergirla en una solución de agua y lejía diluida (10%) durante unos minutos, o hervirla si el material lo permite.
Reemplázala con frecuencia: Las esponjas de malla sintética deben reemplazarse cada 2 a 4 semanas. Las luffas naturales, al ser más porosas, requieren ser cambiadas cada 3 a 4 semanas, o incluso antes si notas moho o un olor extraño.
Considera alternativas: Si los riesgos te preocupan, una toallita limpia y fresca cada día, o simplemente tus propias manos, son alternativas perfectamente higiénicas para aplicar el gel de ducha.