por: Elena Velásquez
28/07/2024 | 8:00 am
AltaMed
Este domingo, 28 de julio, se celebra el Día Mundial contra la Hepatitis, con la intención de concienciar a la población sobre la prevención y tratamiento de esta enfermedad.
La fecha fue instituida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el 2011, como una de las nueve campañas fundamentales de la labor anual del organismo.
Se escogió el 28 de julio como día de celebración en honor al nacimiento del médico y científico, ganador del premio Nobel, Baruch Blumberg; quien descubrió el virus de la hepatitis B (VHB) en 1963 y a partir de ahí, trabajó para desarrollar una vacuna contra esta enfermedad.
Las hepatitis virales son enfermedades infecciosas que afectan específicamente al hígado, haciendo que este se inflame y cause dolor a quien padece la enfermedad.
También puede convertirse en una fibrosis, cirrosis o cáncer de hígado; asimismo, la sintomatología incluye la coloración amarillenta de la piel y las córneas de los ojos.
Hasta el momento, se ha determinado la existencia de cinco tipologías del virus «Hepadnaviridae», causante de esta enfermedad.
Asimismo, de acuerdo a la cepa específica que origine la infección, esta puede ser una hepatitis A, B, C, D o E; siendo las más comunes las dos primeras.
Los mecanismos de infección también presentan ciertas variaciones de acuerdo a la tipología del virus; en el caso de la hepatitis A, el contagio se produce a partir del contacto de objetos, alimentos o bebidas, contaminadas con cantidades microscópicas de heces de una persona infectada.
Por otro lado, la infección puede pasar de persona a persona por el contacto directo y las relaciones sexuales.
En cuanto a la B, el contacto se genera a partir de fluidos como la sangre, secreciones genitales, semen y la leche materna.
La C se contagia únicamente a través del contacto con sangre infectada, bien sea por contacto directo a través de una herida abierta, o por uso de materiales médicos de forma insegura.
La hepatitis D también se transmite por contacto con sangre infectada, con la particularidad que la infección se desarrolla solo si la persona ya había padecido anteriormente la tipología B; mientras que en el caso de la E, que es la menos común, el contagio se produce por el consumo de agua contaminada.