por: Inés Reyes
20/04/2019 | 8:00 am
Pixabay - Imagen referencial
Es día de luto, porque Cristo descansa en el sepulcro y por lo tanto no hay misa. La liturgia de las horas sigue en las Lamentaciones, que se cantan en los maitines.
Posteriormente, es un día de recogimiento porque propiamente no tiene más culto que el de las horas, razón por la cual, remiten las procesiones y se reza en silencio.
La gran celebración de éste sábado mira hacia la Resurrección, hacia la Pascua. Empieza con la bendición del fuego nuevo, que se toma de una hoguera encendida fuera de la iglesia, estando ésta totalmente a oscuras y esperando los fieles con cirios apagados en la mano.
El sacerdote enciende en la hoguera una tea e inicia la procesión hacia el altar mayor. Allí se detiene a la entrada, junto a los primeros fieles, y proclama lo siguiente:
La luz de Cristo; y acerca la tea para que de ella enciendan sus velas los fieles quienes seguidamente cantan: Gracias a Dios.
Hacia el final de este canto se procede a la caracterización del cirio pascual, al cual se le ponen los cinco granos de incienso que representan la inmortalidad, el Alfa, la Omega, y la fecha del año en curso.
Se enciende el cirio pascual con la tea del fuego nuevo, se coloca solemnemente en el gran candelabro al lado del Evangelio y se encienden todas las luces de la iglesia.
Luego la segunda parte de esta celebración es el turno de las lecturas, donde recuerdan la antigua preparación de los catecúmenos para el bautismo.
La última parte de esta celebración es cuando el sacerdote se reviste de blanco y se canta el “Gloria a Dios en las alturas” y echando las campanas al vuelo.
Después de la epístola donde habla de la Resurrección, se desatan los aleluyas que caracterizarán todo el tiempo pascual.