por: María Fernanda Pérez
26/04/2025 | 9:30 am
Foto: AFP
El fallecimiento de un Papa trasciende las fronteras del Vaticano y la Iglesia Católica, generando un impacto mundial de profundas resonancias.
Para los más de mil millones de católicos en el planeta, representa la pérdida de su líder espiritual, un momento de duelo y reflexión sobre el legado del pontífice y el futuro de su fe. Pero la onda expansiva se extiende mucho más allá de la comunidad católica.
Lo cierto es que el proceso de transición en el Vaticano, con su protocolo centenario y el misterio que rodea al cónclave, capta la atención de creyentes y no creyentes por igual.
La elección de un nuevo Papa no es solo un evento religioso; es un acontecimiento geopolítico que puede influir en las relaciones internacionales, en debates éticos y morales a nivel global, y en la dirección espiritual de una vasta porción de la humanidad.
El mundo observa con atención el desarrollo de los acontecimientos, consciente de que el surgimiento de un nuevo líder en la Santa Sede marcará un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia y su relación con el mundo.
¿Qué pasa luego del funeral?
Tras el solemne adiós en el funeral de un Papa, el Vaticano activa una serie de protocolos meticulosamente diseñados que marcan la transición hacia la elección de su sucesor. Este período, conocido como sede vacante (sede vacía), es un tiempo de profunda significación para la Iglesia Católica.
Una vez que el Sumo Pontífice fallece, la autoridad de la Iglesia recae provisionalmente en el Colegio de Cardenales. Sin embargo, su poder durante este interregno está estrictamente limitado a la gestión de los asuntos administrativos urgentes y esenciales para el funcionamiento diario del Vaticano y la Iglesia universal.
No tienen la potestad de tomar decisiones doctrinales de calado ni de implementar cambios estructurales significativos. Su principal responsabilidad es preparar el terreno para la elección del nuevo Papa.
EFE
En los días previos al cónclave, los cardenales participan en una serie de reuniones denominadas congregaciones generales. Estas sesiones revisten una importancia crucial, ya que brindan un espacio para el diálogo abierto y la reflexión colectiva.
Durante estas congregaciones, los cardenales debaten los desafíos apremiantes que enfrenta la Iglesia en el mundo actual, analizan las necesidades pastorales de los fieles y perfilan las cualidades deseadas en el próximo líder de la Iglesia.
Este intercambio de pareceres ayuda a discernir los rumbos futuros y a identificar a los posibles candidatos que podrían guiar a la Iglesia en los años venideros.
Como preludio al cónclave, se celebra una Misa pro eligendo Pontifice (Misa para la elección del Pontífice) en la majestuosa Basílica de San Pedro. Esta liturgia solemne es una ferviente súplica al Espíritu Santo para que ilumine a los cardenales electores en su trascendental tarea de elegir al nuevo Pastor de la Iglesia universal.
El Cónclave: Un ritual ancestral
Entre quince y veinte días después del fallecimiento del Papa, los cardenales electores son convocados a la Ciudad del Vaticano. Estos son los miembros del Colegio Cardenalicio que aún no han cumplido los 80 años.
En el contexto hipotético del Papa Francisco, dado que nombró a una proporción significativa de los cardenales electores (más del 70%), se podría anticipar una influencia notable de su visión pastoral en la elección de su sucesor.
El escenario de este trascendental proceso de elección es la Capilla Sixtina, un lugar emblemático cargado de historia y arte sacro.
El término «cónclave» deriva del latín «cum clave» («con llave»), evocando el aislamiento riguroso al que se someten los cardenales electores. Una vez que ingresan a la Capilla Sixtina, se encuentran completamente desconectados del mundo exterior.
Se les prohíbe estrictamente cualquier comunicación con personas ajenas al cónclave, ya sea a través de teléfonos, medios de comunicación o contacto personal. Incluso se implementan medidas tecnológicas para prevenir cualquier forma de escucha indebida, garantizando así la confidencialidad absoluta del proceso.
AP – Gregorio Borgia
En este sentido, durante el cónclave, los cardenales residen en la Casa Santa Marta, un edificio ubicado dentro de los muros vaticanos, a escasa distancia de la Capilla Sixtina.
Originalmente concebida como alojamiento para los participantes en el cónclave, esta residencia también fue el hogar del Papa Francisco durante su pontificado de doce años.
La votación
El inicio del cónclave está marcado por una conmovedora procesión solemne. Los cardenales electores, ataviados con sus vestiduras litúrgicas, se desplazan en silencio o acompañados de cánticos religiosos desde la Capilla Paulina hasta la Capilla Sixtina.
Este acto ceremonial subraya la profunda dimensión espiritual del momento, simbolizando una transición desde lo terrenal hacia lo sagrado, donde se tomará una de las decisiones más cruciales para el futuro de la Iglesia.
Antes de que las puertas de la Capilla Sixtina se cierren, se celebra la Misa pro eligendo Pontifice en la Basílica de San Pedro, invocando una vez más la guía del Espíritu Santo sobre los electores.
Una vez dentro de la Capilla Sixtina, los cardenales pronuncian un juramento solemne de secreto absoluto, comprometiéndose a mantener la confidencialidad de todo lo que se diga y suceda durante el cónclave. La frase latina «extra omnes» («todos fuera») resuena en la capilla, indicando el cierre de puertas y el inicio formal de las votaciones.
Foto de AP /Osservatore Romano
La dinámica de la elección se desarrolla a través de hasta cuatro votaciones diarias: dos por la mañana y dos por la tarde. Cada cardenal elector escribe el nombre de su candidato en una papeleta, añadiendo la frase en latín «eligo in summum pontificem» («elijo como Sumo Pontífice»).
Luego, dobla su voto y lo deposita en un cáliz ubicado sobre el altar, justo debajo del imponente fresco de El Juicio Final de Miguel Ángel.
Así, tres cardenales, elegidos por sorteo, son los responsables de escrutar y verificar los votos. Para que un candidato sea elegido Papa, debe obtener una mayoría de dos tercios de los votos.
Si en alguna votación no se alcanza esta mayoría, las papeletas se queman en una estufa dispuesta para tal fin. La humareda negra que emerge por la chimenea de la Capilla Sixtina es la señal visible para el mundo de que aún no se ha tomado una decisión.
Foto de Julien DI MAJO en Unsplash
Cuando finalmente se alcanza la mayoría requerida y un nuevo Papa es elegido, las papeletas se queman nuevamente, pero en esta ocasión se les añade paja húmeda para producir una distintiva humareda blanca, anunciando al mundo la feliz noticia: «Habemus Papam!» («¡Tenemos Papa!»).
Anuncio y bendición
Una vez que se alcanza la mayoría necesaria, el decano del Colegio Cardenalicio se dirige al cardenal electo y le pregunta si acepta la elección. En caso afirmativo, el elegido elige su nombre papal y es revestido con la sotana blanca.
De este modo, el trascendental anuncio al mundo es realizado por el cardenal protodiácono (actualmente Dominique Mamberti) desde el balcón central de la Basílica de San Pedro.
Con voz solemne, pronuncia la fórmula tradicional en latín: «Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam.» («Os anuncio una gran alegría: ¡Tenemos Papa!»). A continuación, revela el nombre del nuevo Pontífice.
https://thehappening.com/
Poco después del anuncio, el nuevo Papa aparece por primera vez ante la multitud congregada en la Plaza de San Pedro e imparte su primera bendición Urbi et Orbi («a la ciudad y al mundo»), marcando el inicio de su pontificado.
Si bien en teoría cualquier varón católico bautizado puede ser elegido Papa, en la práctica la elección siempre ha recaído en un cardenal.
En el contexto actual, algunos de los nombres que han circulado como posibles sucesores incluyen al actual Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin; al cardenal filipino y ex prefecto de Evangelización, Luis Antonio Tagle; al arzobispo de Bolonia con un perfil social y pastoral, Matteo Zuppi; y al arzobispo de Budapest, Péter Erdő, considerado de tendencia más conservadora.