Japón: Emperador Naruhito ascendió al Trono del Crisantemo

El emperador Naruhito de Japón proclamó el pasado martes, 22 de octubre, su ascenso al Trono del Crisantemo en una ceremonia celebrada en el Palacio Imperial de Tokio ante invitados de todo el mundo.

En una jornada lluviosa y declarada festividad nacional, el nuevo emperador nipón protagonizó un acto solemne de unos 30 minutos de duración, con el que se completaronn los principales fastos de su entronización tras heredar el cargo de su padre, Akihito, el pasado mes de mayo.

El momento central del acto tuvo lugar cuando los chambelanes descorrieron las cortinas del trono «Takamikura», y Naruhito apareció ataviado con el traje ceremonial marrón rojizo que sólo pueden vestir los emperadores, y ante las profundas reverencias de los asistentes.

En otro trono, más bajo que el del emperador, compareció la emperatriz Masako vestida con un kimono de 12 capas con tonos pálidos y rojizos que evocan el sol en su punto álgido, además de un elaborado recogido de pelo.

Este trono octagonal, usado desde el siglo VIII en ceremonias de entronización y decorado con un dosel de 6,5 metros de altura y motivos de animales mitológicos, se situaba en el centro de la Sala del Pino del Palacio (Matsu no Ma), donde sólo pudieron presenciar el acto los miembros de la familia imperial nipona.

Los, aproximadamente, 2 mil invitados al acto, entre representantes políticos nipones, dignatarios internacionales, y miembros de distintas Casas Reales, contemplaron la ceremonia desde otras estancias del palacio y a través de ventanales al otro lado del patio del Palacio Imperial o de pantallas, debido al reducido tamaño de la Sala del Pino.

El acto se desarrolló en un silencio absoluto, solo roto por los toques de instrumentos tradicionales que marcaban los tiempos, y por el discurso del emperador que fue seguido de los tradicionales «banzai» (Larga vida al emperador) gritados por el primer ministro, Shinzo Abe, y por las salvas de cañón.

Durante su discurso, Naruhito se comprometió a cumplir con sus funciones constitucionales, limitadas a ser «símbolo de la nación» y «unidad del pueblo japonés».