San José Gregorio Hernández: El hombre que mostró que la medicina debe ir de la mano de la fe

por: Elena Velásquez

19/10/2025 | 9:30 am

Agencia Findez

Este domingo, 19 de octubre, el Dr. José Gregorio Hernández fue finalmente canonizado como el primer venezolano en alcanzar la santidad universal.

Tras la aprobación de la causa para su canonización, el médico trujillano fue elevado a los altares (junto a la madre Carmen Rendiles) en una ceremonia oficiada por el Papa León XIV en la Basílica de San Pedro, en Roma.

Nacido el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, estado Trujillo, este hombre de elevado espíritu creció en un hogar donde Dios era un pilar de vida. Hijo de Josefa Antonia Cisneros y Benigno Hernández, fue iniciado en los ritos de la fe a temprana edad y conservó los valores de la devoción, la disciplina y la oración durante toda su vida.

Desde muy pequeño mostró una gran inteligencia y mucha empatía hacia el sufrimiento ajeno, lo que sumado al ejemplo de su madre y sus tías, quienes solían visitar a enfermos para entregarles entregar medicinas y ropa y rezar el rosario; terminaron por ser los elementos suficientes para despertar en él tanto la vocación por la medicina como la necesidad de lograr un enfoque más humano al momento de ejercer la carrera.

Como parte de su proceso formativo, en 1878 arribó a Caracas y consiguió entrar al Colegio Villegas, donde aprendió ciencias y lenguas. Después, en 1882 obtuvo el título de bachiller en Filosofía e, inmediatamente, se inscribió en la Universidad Central de Venezuela para estudiar Medicina.

Allí demostró ser un estudiante brillante y disciplinado, por lo que al momento dé su graduación, ocurrida el 29 de junio de 1888, el entonces rector de la casa de estudios, Aníbal Dominici, aseguró que «Venezuela y la medicina esperan mucho del doctor Hernández».

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Ese mismo año, gracias a su excepcionalidad y a las demostraciones que había dado de ser «un científico adelantado a su tiempo», el Dr. José Gregorio Hernández recibió una beca para estudiar en París, donde se formó en fisiología, microbiología, bacteriología, histología y anatomía patológica; mientras paralelamente analizaba la forma en que se organizaban los hospitales franceses a fin de replicar lo visto en su patria, específicamente en el Hospital Vargas que, por aquel entonces era apenas un proyecto en marcha.

Sin embargo, más allá de la teoría y la ciencia, el beato criollo confirmó que la medicina, por sí sola, no es suficiente para curar plenamente al hombre, por lo que apostó por vivir la práctica médica como una extensión de su fe y de su religión.

Así, fue que surgió su método en el que no solo se debía atender al cuerpo del paciente, sino también su alma; es decir, dedicar tiempo no solo a los síntomas físicos, sino también a escuchar qué decía el enfermo, mirarlo a los ojos reconociendo la importancia de lo que sentía y tratándolo como la mayor dignidad que todo humano merece sin importar su condición social o económica.

Justamente, en 1891, cuando estuvo de vuelta en Venezuela, revolucionó la medicina criolla, fundó el primer laboratorio de fisiología experimental y dictó las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología y Bacteriología. Dedicó su vida a aliviar el sufrimiento de todo aquel que llegara a su consulta, sin siquiera importarle si tenían o no para pagarle por su servicio.

En él, los pacientes siempre hallaron una mano extendida, una palabra de aliento y una sonrisa bondadosa, que eran reflejo del hombre de profunda fe que tenían ante sí y que, pese a sus deseos de ordenarse sacerdote para llevar una vida religiosa, terminó sirviendo a Dios como laico.

José Gregorio HernándezFoto: conferenciaepiscopalvenezolana.com

Lamentablemente, el 29 de junio de 1919, cuando la Iglesia celebraba el día de San Pedro y San Pablo, y cuando se cumplían 31 años de su graduación como médico; el ilustre y querido Dr. José Gregorio Hernández de solo 54 años, falleció al ser atropellado por un automóvil mientras cruzaba una calle de La Pastora.

La UCV acogió su velatorio y cientos de estudiantes y ciudadanos visitaron su féretro antes que este fuera llevado al Cementerio General del Sur; campo santo donde siguió siendo visitado por miles de personas que lo consideraban un sinónimo de esperanza.

Con el paso del tiempo, personas de todas partes del país comenzaron a atribuirle milagros y curaciones inexplicables que han fortalecido la devoción hacia su persona, por lo que su fama de fama de hombre santo se extendió por toda Venezuela y más allá de sus fronteras.

En 1975, sus restos fueron trasladados a la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria y allí permanecen hasta el día hoy, donde cientos de personas acuden para venerarle y agradecer por los favores concedidos.

Justamente, fueron estos testimonios de fe y sanación los que dieron pie al proceso de santidad que se abrió en 1949 y que permitieron que, en el año 1972 la Iglesia católica lo declarara Siervo de Dios, antes de elevarlo a la categoría de Venerable en 1986; Beato en 2021 y que, finalmente, este 19 de octubre de 2025, lo exaltó como Santo.

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