por: Elena Velásquez
16/04/2025 | 6:00 pm
Foto de Yorman Sarmiento
Año tras año, cada Miércoles Santo, el Nazareno de San Pablo abandona su sitial en la BasÃlica de Santa Teresa para recorrer las calles del centro de Caracas junto a una marea de fieles que le llevan en procesión, mientras elevan sus plegarias al cielo.
Es por eso que en esta ocasión te relatamos la historia sobre el gran milagro del Nazareno de San Pablo:
CorrÃa el año de 1674 cuando, fray González de Acuña, bendijo esta imagen de Jesús cargando la Cruz y comenzó a ser venerada por los fieles en la capilla de «San Pablo, El Ermitaño», la cual se encontraba en el mismo sitio donde hoy se erige el Teatro Municipal de Caracas.
Pese a que desde entonces el pueblo de la Caracas colonial acudÃa al humilde templo para pedir y agradecer favores ante la imagen, esta nunca habÃa abandonado su hogar para recorrer las calles como hoy se hace, pero todo cambió en 1696.
Por aquel entonces, sobre las calles empedradas y los techos rojos de la capital criolla se cernÃa una epidemia que amenazaba con acabar a la población: el escorbuto o vómito negro.
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La enfermedad se habÃa propagado con gran celeridad, y el pueblo, temiendo el número de muertes por la ineficacia de los tratamientos probados continuara creciendo, acudió ante Dios para elevar una plegaria por la salud colectiva.
AsÃ, los pobladores y las autoridades eclesiásticas de la época, decidieron anteponer la fe ante la enfermedad y optaron por sacar en procesión al Nazareno de San Pablo; esperando de que la santa imagen pudiera obrar el milagro de sanación que la ciudad necesitaba para salir de la desolación. Y asà sucedió.
Según la tradición criolla, en ese primer recorrido, al doblar una esquina del centro de la ciudad y por designio de Dios, la cruz que la imagen del Nazareno carga sobre su espalda, tropezó con las ramas de un limonero, haciendo que estas, a su vez, terminaran enredándose sobre su corona de espinas.
En el intento de liberar a la santa imagen del árbol, los limones maduros de la planta se desprendieron en el proceso y la feligresÃa consideró que aquel evento, más que un enredo, era en realidad una señal divina en respuesta a sus plegarias; asà que tomaron los frutos y prepararon una limonada que repartieron entre los enfermos que se debatÃan entre la vida y la muerte.
Aquella sencilla limonada surtió un efecto sanador casi inmediato y, al poco tiempo, el epidemia retrocedió por completo, concretándose asà el primer gran milagro del Nazareno de San Pablo.
Justamente, a raÃz de este episodio, la santa imagen alcanzó tal popularidad que fray González de Acuña decretó el Miércoles Santo como el dÃa de su veneración; tradición que ha perdurado hasta nuestros dÃas.