La cúspide de la fe: Así se vive el solemne rito de la Canonización

La canonización es la culminación de un proceso de décadas, el momento en que el Beato es inscrito en el Catálogo de los Santos y se autoriza su culto en toda la Iglesia universal. La ceremonia, presidida por el Papa en el Vaticano, es uno de los ritos más solemnes y emotivos de la liturgia católica, y este domingo 19 de octubre se vivirá para honrar a José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles.

El rito se integra magistralmente al inicio de la Santa Misa, siguiendo un orden preciso y cargado de significado, tal como lo han detallado las diócesis a sus fieles:

Inicio y súplica al Espíritu Santo

La ceremonia comienza con un ambiente de profunda oración y júbilo por el inicio del día más esperado.

Entrada y Saludo: El Santo Padre da inicio a la Santa Misa con el saludo y el signo de la cruz, pero inmediatamente omite el Acto Penitencial para dar paso al rito.

Invocación del Veni Creator: Se entona el himno «Veni Creator Spiritus» (Ven, Espíritu Creador), una antigua súplica para invocar al Espíritu Santo, pidiendo su luz para que la Iglesia no se equivoque en una decisión tan importante como es la declaración de un santo.

Solicitud formal: El Cardenal Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, acompañado por los postuladores, se acerca al Papa y pide formalmente que el Beato sea canonizado. El Postulador, en particular, presenta una breve biografía del Beato, destacando su vida de virtudes y el milagro que ha permitido este momento.

La Fórmula Papal: La proclamación irrevocable

Este es el clímax de la ceremonia, el momento en que el Papa, con su autoridad apostólica, inscribe al Beato en el elenco de los Santos.

Petición y Oración: El Cardenal Prefecto insiste con una segunda y tercera petición solemne, subrayando la certeza de la santidad del candidato. Ante esto, el Papa dirige una oración a Dios pidiendo asistencia divina.

La Proclamación de la Santidad: Sentado en la sede, con la mitra en la cabeza y la férula en la mano, el Papa pronuncia la fórmula de canonización. Esta fórmula es el acto de fe más alto y trascendental de la ceremonia, donde se declara:

«En honor de la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica y crecimiento de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocado muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definimos Santos a los Beatos y los inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los Santos.»

Agradecimiento y honores

Una vez pronunciada la fórmula, el Beato se convierte en Santo y la ceremonia continúa con gestos de júbilo y acción de gracias.

Agradecimiento y orden: El Cardenal Prefecto agradece al Santo Padre su declaración y le solicita que ordene la redacción de la Carta Apostólica que oficializa la canonización. El Papa simplemente responde: «Lo ordeno».

Aclamación y honores: El coro entona el «Jubilate Deo» y las campanas de San Pedro repican. En la fachada de la Basílica se despliega el tapiz o retrato con la imagen del nuevo Santo, mientras los fieles aplauden con fervor. Algunas personas llevan las reliquias de los nuevos santos en peanas cerca del altar, como un símbolo visible de su presencia en la gloria.

Continuación de la Misa: Tras el júbilo, la celebración continúa con el canto del Gloria (se omite el acto penitencial), y la Santa Misa prosigue como de costumbre, ahora con dos nuevos intercesores en el cielo.