por: María Fernanda Pérez
16/05/2025 | 6:00 pm
Imagen de la actriz sueca Liv Ullman interpretó el papel de la papisa Juana en una película de 1982
En el corazón de la Europa medieval, emergió una historia tan audaz como enigmática: la leyenda de la papisa Juana.
Este relato, que narra la vida de una mujer excepcionalmente erudita del siglo IX que se disfrazó de hombre para ascender hasta el trono de San Pedro, ha cautivado y polarizado a lo largo de los siglos.
A pesar del escepticismo de la mayoría de los historiadores, la historia de «Juan el Inglés» persiste, revelando mucho sobre las dinámicas de género, la credibilidad histórica y las luchas de poder dentro y fuera de la Iglesia Católica.
La leyenda sitúa a Juana como una mujer de origen inglés nacida en Maguncia, Alemania. Impulsada por una sed insaciable de conocimiento, desafió las convenciones de su tiempo al vestirse como hombre y, acompañada de su amante, se dirigió a Atenas, un centro de aprendizaje en aquella época. Allí, bajo su identidad masculina, floreció académicamente, destacándose como una intelectual brillante.
Su viaje la llevó finalmente a Roma, donde su erudición y virtud la catapultaron a través de las filas eclesiásticas. Haciéndose llamar Juan, se convirtió en una respetada profesora del Trivium, instruyendo a nobles y clérigos.
Su reputación de integridad y sabiduría fue tal que, tras la muerte del Papa León IV en 855, fue elegida unánimemente como su sucesora, asumiendo el máximo cargo de la Iglesia.
Según los relatos medievales, el papado de Juana duró poco más de dos años. Su reinado, aparentemente ejemplar, tomó un giro dramático durante una procesión. En un momento impactante, la papisa dio a luz en plena calle, revelando su verdadera identidad femenina ante el horrorizado público.
Las versiones sobre su destino varían. Algunas narrativas describen una ejecución brutal, lapidada por una multitud enfurecida o atada a un caballo y arrastrada fuera de la ciudad. Otras sugieren un arrepentimiento y retiro a un convento, donde incluso su hijo llegaría a ser obispo.
bbc.com
¿Mito o realidad? Los orígenes de la leyenda
Aunque la leyenda sitúa a Juana en el siglo IX, las primeras narrativas escritas no aparecen hasta mediados del siglo XIII, principalmente a través de los relatos de cronistas dominicos como Jean de Mailly, Esteban de Borbón y Martín de Polonia. Es probable que la historia circulara oralmente mucho antes de ser plasmada en papel.
La mayoría de los expertos coinciden en que la historia de la papisa Juana carece de fundamento histórico. Como señala Anthony Bale, profesor de la Universidad de Cambridge, incluso los cronistas medievales a menudo presentaban la historia como un rumor.
Sin embargo, Bale sugiere que la leyenda podría haber sido concebida como una parábola moral, transmitiendo verdades sobre la moralidad contemporánea más allá de la exactitud factual.
«La historia sugiere que Juana es capaz de hacerse pasar por un hombre, de ser educada como hombre, de enseñar como hombre y de ser un buen Papa, pero la verdad de su cuerpo como mujer biológica se impondrá», explica Bale.
Con el tiempo, la leyenda de la papisa Juana se intensificó, adornándose con detalles escabrosos y connotaciones misóginas.
Escritores como Boccaccio la retrataron de forma polarizada, inicialmente reconociendo su inteligencia pero luego describiéndola como una aberración con una lujuria voraz, reforzando la visión medieval de las mujeres divididas entre la casta Virgen María y la pecadora Eva.
Petrarca incluso llegó a describir fenómenos naturales perturbadores que supuestamente ocurrieron tras la revelación del sexo de Juana.
Foto de Julien DI MAJO en Unsplash
Durante la Reforma protestante, la historia de la papisa Juana fue adoptada como un arma para desacreditar la autoridad del papado y la Iglesia Católica. Los reformadores utilizaron la leyenda para argumentar sobre la falibilidad y la corrupción dentro de la jerarquía católica.
Curiosamente, incluso dentro de la propia Iglesia Católica medieval, la leyenda se utilizó para justificar la exclusión de las mujeres del sacerdocio y para limitar su papel dentro de la institución.
Se argumentaba que el supuesto «engaño» y la «vergüenza» de Juana eran una advertencia sobre los peligros de permitir que las mujeres ejercieran poder eclesiástico.
¿Por qué nunca ha habido una Suma Pontífice?
La leyenda de la papisa Juana, aunque ficticia, resalta la arraigada tradición patriarcal dentro de la Iglesia Católica que ha impedido históricamente que las mujeres accedan a puestos de liderazgo, especialmente al papado. La interpretación teológica y canónica dentro de la Iglesia siempre ha reservado el sacerdocio y, por extensión, el obispado de Roma, para los hombres.
Lo cierto es que las razones teológicas se basan en la figura de Jesucristo y sus doce apóstoles, todos hombres. La Iglesia Católica sostiene que el sacerdocio ministerial, a través de la ordenación, configura al sacerdote con Cristo Cabeza y Esposo de la Iglesia, un rol que, según su doctrina, solo puede ser encarnado por un hombre.
Además, las leyes canónicas de la Iglesia Católica han excluido consistentemente a las mujeres de la ordenación sacerdotal. El Código de Derecho Canónico actual establece que solo un varón bautizado puede recibir válidamente la sagrada ordenación.
Dado que el Papa es el Obispo de Roma, y tradicionalmente es elegido de entre los cardenales (quienes son obispos), esta restricción impide que una mujer pueda ser elegida Suma Pontífice.
Si bien la leyenda de la papisa Juana es un producto de la imaginación medieval, su persistencia a lo largo de los siglos subraya las complejas dinámicas de género y poder que han moldeado la historia de la Iglesia Católica y la exclusión continua de las mujeres de su más alto cargo.