por: María Fernanda Pérez
14/08/2024 | 7:30 pm
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El escenario es el siguiente: El mundo está en llamas debido a la Primera Guerra Mundial. En medio del caos, un grupo de jóvenes mujeres, llenas de sueños y esperanzas, encuentra trabajo en una fábrica de relojes.
Lo que no sabían es que este trabajo las condenaría a un futuro sombrío y radiactivo.
Ellas eran las Chicas del Radio y su labor consistía en pintar las esferas de los relojes con una sustancia luminosa: el radio. Lo que sus jefes no les decían era que esta sustancia era altamente tóxica.
Día tras día, estas mujeres inhalaban y lamían el polvo radiactivo. La pintura, apodada «Undark», brillaba en la oscuridad, pero también brillaba en el interior de sus cuerpos, causando un daño irreparable.
Los síntomas no tardaron en aparecer. Dientes que caían, necrosis ósea, deformidades faciales y un dolor indescriptible. El cáncer las consumía lentamente.
A pesar del horror que vivían, las Chicas del Radio no se rindieron. Se unieron, lucharon por sus derechos y por un futuro más seguro para las trabajadoras del mundo.
Lo cierto es que su lucha fue larga y difícil. Tuvieron que enfrentar la negligencia de la empresa, el escepticismo de los médicos e incluso la burla de la sociedad.
Sin embargo, no se callaron. Su historia llegó a los oídos de la prensa y del público, y poco a poco la verdad comenzó a salir a la luz.
Su valentía y determinación inspiraron un cambio. Se promulgaron nuevas leyes de seguridad laboral, se indemnizó a las víctimas y se honró la memoria de las Chicas del Radio.
Hoy en día, su historia recuerda la importancia de la justicia social, la seguridad en el trabajo y la lucha por los derechos de las personas.