por: Edgar Pilca
12/04/2025 | 4:00 pm
Daniel Hernández-El Estimulo
La tradición de los Palmeros de Chacao se erige como un faro de fe, historia y compromiso ambiental en el corazón de Venezuela, especialmente durante la solemnidad de la Semana Santa.
Esta práctica ancestral, arraigada profundamente en el municipio Chacao del estado Miranda, trasciende la mera recolección de palmas para convertirse en una manifestación cultural y religiosa única, transmitida celosamente de generación en generación.
Los orígenes de esta peculiar tradición se remontan al siglo XVIII, específicamente al año 1776, cuando una devastadora epidemia de fiebre amarilla azotó Caracas.
Encomendándose a la divina providencia, el párroco de Chacao, José Antonio Mohedano, hizo una promesa solemne: si la peste cesaba, los feligreses subirían anualmente al entonces exuberante cerro Ávila (hoy Parque Nacional Waraira Repano) para recoger palmas reales y adornar con ellas la iglesia durante el Domingo de Ramos. Milagrosamente, la epidemia remitió, y desde entonces, la promesa se convirtió en una tradición ininterrumpida que perdura hasta nuestros días.
La preparación para la «bajada» de los Palmeros comienza mucho antes de la Semana Santa. Los miembros de esta cofradía, que a menudo pertenecen a familias con un linaje palmero, se organizan en grupos para ascender a las empinadas laderas del Waraira Repano.
Esta subida, que generalmente ocurre unos días antes del Domingo de Ramos, no es una simple excursión. Implica pernoctar en la montaña, en campamentos rudimentarios, en un ambiente de camaradería y profunda espiritualidad.
Los palmeros más experimentados guían a los más jóvenes, transmitiéndoles no solo las técnicas para cortar las palmas sin dañar el ecosistema, sino también los valores de respeto por la naturaleza y la importancia de la fe.
Daniel Hernández-El Estimulo
La selección de las palmas es un proceso meticuloso. Se buscan los cogollos más tiernos y las hojas más verdes de la palma real, una especie emblemática de la región.
Los palmeros utilizan machetes y largas varas para alcanzar las palmas más altas, siempre con la precaución de no talar árboles enteros y asegurando la regeneración de la especie. Esta conciencia ambiental, aunque quizás no explícita en sus inicios, se ha convertido en un componente fundamental de la tradición contemporánea, con programas de reforestación y educación ambiental asociados a la práctica.
El descenso de los Palmeros, habitualmente el sábado previo al Domingo de Ramos, es un evento cargado de emoción y significado. Los hombres, mujeres y niños bajan de la montaña portando los pesados manojos de palmas, a menudo adornados con sencillos arreglos.
Este acto simboliza la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cuando fue recibido por una multitud que agitaba ramas de palma. La llegada de los Palmeros a Chacao es recibida con júbilo por la comunidad, marcando el inicio de las celebraciones de la Semana Santa en la localidad.
Luego, las palmas recolectadas son llevadas a la iglesia de San José de Chacao, donde son bendecidas durante la misa del Domingo de Ramos.
Estas «palmas benditas» son luego distribuidas entre los feligreses, quienes las llevan a sus hogares como un símbolo de fe, protección y recuerdo de la entrada de Jesús en Jerusalén. Es costumbre colocar estas palmas detrás de las puertas, en los altares familiares o junto a las cruces, como una manifestación de la presencia de Cristo en el hogar.
Daniel Hernández-El Estimulo
La tradición de los Palmeros de Chacao ha trascendido su significado religioso inicial para convertirse en un elemento fundamental de la identidad cultural venezolana.
Ha sido reconocida como Bien de Interés Cultural de la Nación y, en 2019, inscrita en el Registro de Buenas Prácticas de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, destacando su valor como ejemplo de sinergia entre la fe, la cultura y el respeto por el medio ambiente.
Hoy en día, la cofradía de los Palmeros de Chacao continúa su labor con el mismo fervor y dedicación que sus antepasados. Los jóvenes se incorporan a la tradición desde temprana edad, asegurando su continuidad y transmitiendo el legado a las futuras generaciones.
La subida al Waraira Repano no solo es un acto de fe, sino también una oportunidad para fortalecer los lazos comunitarios y reafirmar el compromiso con la preservación de su entorno natural.
En cada palma bendita que se distribuye, reside la historia de un pueblo, la fuerza de una promesa y la esperanza renovada que trae consigo la Semana Santa en Venezuela.