por: Rosana Venturini
14/10/2022 | 9:00 pm
Pixabay
El aplauso es una expresión de alegría o aprobación mediante palmadas, además es una forma de comunicación no verbal masiva: cuanto más ruidoso y prolongado, suele significar mayor aprobación.
Lo más común es que después de una interpretación, de un recital o un discurso, surja un aplauso entre la multitud.
Generalmente los aplausos suelen ser sincronizados, pero en la mayoría de los países occidentales, los espectadores dan palmadas a destiempo para generar así un ruido constante.
Sus orígenes se remontan a la antigua Roma, quienes tenían un ceremonial para las funciones públicas donde expresaban distintos grados de aprobación, como por ejemplo, golpear los dedos, dar palmadas (con la mano hueca o plana) o agitar el faldón de la toga.
Al finalizar una obra, el protagonista gritaba «Valete et plaudite» y la gente comenzaba a apaludir, tarea que luego pasó a ser remunerada y planificada.
Según los romanos, existían dos formas de aplaudir: el imbrex, que se hace ahuecando las manos; y los testa, que se hace con las manos planas.
Un dato curioso es que las empresas de espectáculos y obras teatrales comenzaron a contratar gente que llamaban “la claque” (del francés, que quiere decir golpear, producir ruido) para que incitaran a los demás a aplaudir.
En sentido opuesto, compañías rivales colocaban un “claque” enemigo que interrumpiera la obra. Se dice que el emperador Nerón llegaba a pagar hasta 5 mil personas para que lo ovacionaran en su llegada.
Las costumbres del teatro fueron incorporadas en las iglesias. El obispo Pablo de Samosata animaba a los feligreses a aplaudir sus sermones agitando sus ropas de lino. Para los siglos IV y V el aplauso ya se había convertido en una costumbre en las homilías.
Sin embargo, con el pasar del tiempo el aplauso en las iglesias se terminó disipando, gracias a la influencia del músico Wagner Bayreuth y sus representaciones musicales. El espíritu reverencial que inspiró este decaimiento pronto se extendió a los teatros y salas de concierto.
Por último, opinan los etólogos (expertos que estudian el comportamiento humano), que el aplauso es un gesto tan espontáneo que hasta los bebés y los chimpancés lo practican cuando están contentos.