por: María Fernanda Pérez
28/10/2024 | 7:30 pm
Imagen de dominio público obtenida de Wikipedia
Grigori Rasputín, el monje siberiano que ascendió a los círculos más altos de la corte zarista rusa, sigue siendo una figura envuelta en misterio y fascinación.
A menudo retratado como un charlatán, un seductor y una influencia sobre la familia Romanov, Rasputín es mucho más complejo de lo que la historia popular sugiere.
¿Quién era realmente Rasputín?
Más allá de los rumores y las exageraciones, Rasputín era un hombre profundamente religioso y carismático. Su capacidad para conectar con la gente y ofrecer consuelo espiritual le valió una gran devoción entre aquellos que lo conocían.
La relación entre Rasputín y los Romanov fue una de las claves de su ascenso y posterior caída. Su llegada a la corte coincidió con un momento de gran crisis para la familia imperial.
El zarevich Alexis, heredero al trono, sufría de hemofilia, una enfermedad que en aquella época era incurable y mortal. La desesperación de la zarina Alejandra, madre de Alexis, la llevó a buscar cualquier tipo de ayuda, y fue así como conoció a Rasputín.
Se dice que Rasputín tenía una capacidad casi sobrenatural para aliviar los síntomas del zarevich. Gracias a sus «curas» y a su carisma, se ganó la confianza absoluta de la zarina. Esta estrecha relación le permitió ejercer una influencia considerable en los asuntos de Estado, lo que generó una gran oposición entre la nobleza rusa y el pueblo.
Asimismo, la influencia de Rasputín en la corte generó una serie de acusaciones y escándalos que minaron la reputación de la familia imperial. Se le acusó de corrupción, injerencia en asuntos militares y de mantener relaciones inapropiadas con miembros de la familia Romanov.
Estas acusaciones, aunque muchas veces exageradas o falsas, contribuyeron a crear una imagen negativa de Rasputín y a socavar la autoridad del zar Nicolás II.
De este modo, el asesinato de Rasputín en 1916 no puso fin a la crisis de la monarquía rusa. Al contrario, su muerte aceleró la caída de los Romanov. La familia imperial, ya debilitada por la guerra y las intrigas palaciegas, quedó aún más expuesta a las críticas y a las conspiraciones. Dos años después, la Revolución Rusa pondría fin al reinado de los Romanov y a la vida de toda la familia imperial.