por: Elena Velásquez
02/09/2023 | 9:00 pm
Pixabay - Imagen Referencial
Una abeja puede parecer un animal insignificante, pero no lo es, en especial si está acompañada por otras integrantes de su colmena.
Desde su colorida apariencia de franjas anaranjadas y negras, estos insectos alertan a los potenciales depredadores que son capaces de defenderse y, de acuerdo a la ciencia, también son capaces de proteger su hogar incluso si para ello deben morir en el proceso.
¿Cómo sucede todo esto? Hoy te lo contamos.
Las abejas melíferas, denominadas científicamente como «Apis mellifera», viven en panales distribuidas en tres grupos esenciales: la reina, los zánganos (abejas macho) y las obreras (que son abejas hembras estériles).
Estas facciones tienen funciones específicas que no son compartidas por los demás grupos; así, la reina se encarga de producir larvas nuevas para incrementar la población; los zánganos son los encargados de copular con la reina; y las obreras tienen las tareas de limpiar el panal, cuidar a las larvas y vigilar la entrada del hogar.
Justamente, este último grupo de insectos son las que se encargan de la defensa de la colmena y, según la base de datos online Animal Diversity Web (ADW), que se especializa en la «historia natural animal, distribución, clasificación y biología de la conservación de la Universidad de Michigan (EE UU)»; son capaces de herir y «señalar» a un atacante.
¿Cómo lo hacen? Utilizando el aguijón venenoso que poseen al final de su abdomen y que, según los estudios «posee una fuerte púa con glándulas venenosas y que se desprende de su cuerpo al picar, permaneciendo así incrustada en su objetivo».
No obstante, una vez que la abeja introduce su aguijón en un depredador u atacante, la misma muere, habiendo causado una picadura muy dolorosa a su enemigo y «alertando» a las demás obreras de la colmena que hay un «intruso» asechando la seguridad del hogar, puesto que al picar a alguien libera una feromona especial que «marca» al atacante para que sus compañeras puedan hacerle frente en caso de que su picadura no lo haya disuadido.