por: Edgar Pilca
21/07/2025 | 8:30 pm
Heber Vazquez en Pexels
En la era digital, la inmediatez es un valor. Cada vez más personas, especialmente las generaciones jóvenes, optan por consumir videos, podcasts y audiolibros a velocidades aceleradas (1.5x, 2x o incluso más). La promesa es clara: consumir más contenido en menos tiempo. Sin embargo, recientes investigaciones científicas arrojan luz sobre los efectos que esta práctica, conocida como «speedwatching», tiene en nuestro cerebro, y los resultados invitan a la reflexión.
Uno de los principales mecanismos cerebrales afectados es la memoria de trabajo. Este sistema cognitivo es fundamental para procesar y retener temporalmente la información entrante, permitiendo su comprensión y eventual transferencia a la memoria a largo plazo.
Diversos estudios, incluyendo metaanálisis que agrupan múltiples experimentos, han demostrado que cuando la información (imágenes, palabras, conceptos) llega a un ritmo demasiado rápido, la memoria de trabajo puede sobrecargarse.
Esto se traduce en una pérdida de información: el cerebro no tiene tiempo suficiente para procesar y codificar el contenido de manera efectiva, lo que compromete la comprensión y, crucialmente, la retención a largo plazo. Por ejemplo, una investigación reveló que mientras las velocidades de hasta 1.5x tienen un impacto mínimo en la comprensión, acelerar a 2x o más comienza a generar una caída significativa. Ver una clase a 2.5x podría reducir la retención de lo aprendido en hasta 17 puntos porcentuales en comparación con la velocidad normal.
Además, se ha observado que los adultos mayores (de 61 a 94 años) son aún más susceptibles a esta pérdida de retención al consumir contenido acelerado, lo que sugiere una mayor dificultad para procesar información a alta velocidad a medida que envejecemos.
Aunque algunos defensores del «speedwatching» argumentan que el ritmo acelerado ayuda a mantener la atención y evitar distracciones, obligando a un mayor enfoque, esta mayor exigencia cognitiva puede llevar a la fatiga mental. El cerebro está trabajando a marchas forzadas para no perderse nada, y esta tensión constante podría tener consecuencias a largo plazo, aunque aún no hay estudios concluyentes al respecto.
Otro aspecto importante es la experiencia del aprendizaje. El tono de voz, las pausas, las expresiones faciales y los silencios en una conversación o clase no son meros «rellenos»; son elementos cruciales que añaden contexto, emoción y profundidad a la información. Al acelerar los videos, estos matices se pierden o distorsionan, lo que puede hacer que el aprendizaje sea menos placentero y, por ende, disminuir la motivación para seguir aprendiendo.
La ciencia aún explora los efectos a largo plazo del consumo constante de medios a velocidades aceleradas. ¿Se adapta el cerebro para manejar mejor esta sobrecarga con el tiempo, o, por el contrario, fomenta una impaciencia general y dificulta la concentración en ritmos de vida normales? Estas son preguntas clave que la neurociencia busca responder.