por: María Fernanda Pérez
07/07/2025 | 8:30 pm
Freepik
En las vastas y gélidas extensiones de Siberia se encuentra Yakutsk, la ciudad más fría del mundo, un lugar donde la vida se moldea en torno a temperaturas que desafían la comprensión humana. Esta capital de la República de Sajá, ubicada a unos 5.000 km al este de Moscú y a solo 450 km del Círculo Polar Ártico, no es solo un punto en el mapa, sino un epicentro de resistencia y adaptación frente a un clima extremo que la define.
La singularidad de Yakutsk radica en su asentamiento sobre el permafrost, un suelo permanentemente congelado que influye en cada aspecto de la vida urbana. Desde la infraestructura, con edificios construidos sobre pilotes para evitar que el calor de las construcciones derrita el suelo, hasta la rutina diaria de sus habitantes, todo está diseñado para soportar un frío implacable. A pesar de su remota ubicación, Yakutsk es un centro económico vital en Siberia, impulsado por una próspera industria minera que aprovecha los vastos recursos minerales de la región.
Las temperaturas en Yakutsk son, sin lugar a dudas, su característica más notable. Durante los meses de invierno, es común que el termómetro descienda por debajo de los -40 °C, llegando incluso a los -50 °C. El invierno de 2022 marcó un récord histórico cuando la ciudad alcanzó los -64.4 °C, una cifra que asombra y pone a prueba los límites de la resistencia humana. Esta ola de frío puede extenderse por semanas, obligando a los residentes a adoptar estrategias de supervivencia únicas, como el consejo de vestirse «en capas, como un repollo», para protegerse del gélido ambiente.
Aunque el invierno es la estación dominante y más severa, Yakutsk experimenta una notable variación de temperaturas a lo largo del año. Los veranos, aunque breves, pueden ser sorprendentemente cálidos en comparación con el crudo invierno. Según Weather Spark, las temperaturas anuales pueden oscilar entre los -42 °C y los 25 °C. Enero se erige como el mes más frío, con mínimas promedio que rondan los -42 °C, un recordatorio constante de la dureza del clima en esta parte del mundo.