por: MarÃa Fernanda Pérez
24/10/2025 | 7:30 pm
CortesÃa
La vida de Bartolo Longo, una figura canonizada por la Iglesia, es un asombroso testimonio de redención que resuena hasta nuestros dÃas. Nacido en una devota familia católica cerca de Brindisi, en el sur de Italia, Longo experimentó un vacÃo espiritual y una agitación ideológica en su juventud universitaria, influenciado por profesores anticlericales que lo llevaron a odiar a la Iglesia.
El desvÃo hacia el Ocultismo
Esta profunda confusión y vacÃo lo empujaron hacia el ocultismo. Sus primeras incursiones con médiums en Nápoles escalaron rápidamente, conduciéndole al satanismo puro y duro. A través de un estudio intenso y un ayuno riguroso, Bartolo Longo fue finalmente consagrado como sacerdote satánico, prometiendo su alma a un demonio y dedicándose a presidir servicios y predicar blasfemias contra Dios y la Iglesia, a la que consideraba el verdadero mal.
El camino de regreso a la fe
A pesar de los esfuerzos fallidos de su familia, la intervención del devoto profesor Vincenzo Pepe fue crucial. Confrontado sobre su estado psicológico y espiritual, Longo fue convencido de buscar la ayuda de un sacerdote dominico. Tras tres semanas de conversaciones intensas, Longo recibió la absolución en la festividad del Sagrado Corazón de 1865, marcando su regreso a la Iglesia.
Como parte de su penitencia y nueva vida, Longo se hizo dominico de la tercera orden, hizo un voto de celibato y pasó dos años trabajando voluntariamente en el Hospital Napolitano de Incurables. No obstante, una profunda desesperación lo asaltó, incapaz de perdonarse a sà mismo. La luz llegó mientras se encontraba en Pompeya, realizando asuntos legales para la Condesa Mariana di Fusco y observando la miseria y la dependencia de la brujerÃa del pueblo.
En un momento de profunda desesperación, Longo recordó la promesa de la Virgen MarÃa transmitida por un fraile: «Quien propague mi Rosario se salvará». Cayendo de rodillas, exclamó su propósito: «No dejaré esta tierra sin propagar tu Rosario».
A partir de ese dÃa, Bartolo Longo dedicó su vida a difundir el Rosario. Con el apoyo financiero de la Condesa, construyó la imponente BasÃlica de Nuestra Señora del SantÃsimo Rosario de Pompeya, y fundó orfanatos y escuelas técnicas para brindar una vida mejor a los hijos de delincuentes. Longo se hizo amigo del Papa León XIII y sus escritos fueron fundamentales para iniciar el movimiento que culminó en la proclamación del dogma de la Asunción en 1950.
Quizás su contribución más reconocida hoy en dÃa sea su influencia en los Misterios Luminosos del Rosario, adoptados por el Papa Juan Pablo II en su encÃclica de 2002. El mismo Papa, que lo beatificó en 1980, citó la oración de Bartolo Longo en su encÃclica, destacando su vida como la prueba de que, «por muy lejos que uno esté de la fe, siempre hay esperanza».