por: Jonás Rodríguez
15/11/2022 | 7:30 pm
Pixabay - Imagen Referencial
Tras la aparición del coronavirus, un equipo de virólogos de la Universidad Rockefeller, en Nueva York (Estados Unidos), inició, en octubre de 2020, un estudio para tratar de anticipar los riesgos de Covid-19 en el futuro.
En este sentido, los expertos tenían como objetivo crear una versión artificial de la proteína de espiga del patógeno capaz de evadir todos los tipos conocidos de anticuerpos protectores contra el virus.
Durante el lapso de trabajo, los autores «jugaron» con diferentes combinaciones de mutaciones en la superficie de la proteína hasta que encontraron 20 secuencias que parecían «particularmente resistentes» a cualquier defensa del sistema inmunitario.
Posteriormente, para probar la espiga cultivada, los investigadores la insertaron en un pseudotipo de virus, es decir, un patógeno diseñado y controlado por el equipo que tiene suficiente material genético para replicarse pero que no tiene posibilidad de escaparse.
Inicialmente el patógeno arrojó los resultados esperados, eludiendo los anticuerpos de personas recuperadas o vacunadas contra la enfermedad. Sin embargo, en personas recuperadas y posteriormente inmunizadas, los anticuerpos pudieron neutralizar por completo la espiga diseñada.
«Ver esto fue realmente increíble (…) Una de las cosas más importantes que hemos aprendido de la pandemia es cómo la respuesta de nuestro sistema inmunitario difiere dependiendo de si hemos sido infectados naturalmente, vacunados o ambos», destacó el profesor de inmunología molecular de la Universidad Rockefeller, Michel Nussenzweig.
Con respecto a esto, los inmunólogos señalaron que las personas que se recuperaron de la infección y después se vacunaron parecen ser más resistentes a otras variantes.
De hecho, tras analizar la sangre de estos individuos, los especialista determinaron que poseían una especie de «superinmunidad», la cual fue denominada «inmunidad híbrida».
Los estudiados no solo producían niveles «astronómicamente» altos de anticuerpos, si no que eran mucho más variados y más resistentes a variantes agresivas del Covid-19.
«Una vez que las personas que han tenido covid-19 se vacunan con una vacuna de ARNm, se ve que producen una respuesta de anticuerpos que es tres veces mayor que aquellos que recibieron la vacuna sin infección previa», agregó.
En cuanto a la razón de este hecho, los especialistas explicaron que se trata de una faceta de nuestro sistema inmunológico conocido como células B de memoria, las cuales generan una respuesta al virus y lo recuerdan en caso de que el patógeno regrese alguna vez.
Por otra parte, los autores concluyeron que las personas que poseen mayor diversidad de células B están mejor preparadas para defenderse de un nuevo patógeno o variantes de un virus. No obstante, puntualizaron que esto puede variar en relación a la edad, las condiciones de salud y la genética.
«Todos tendrán un repertorio diferente de células B con las que responderán a cualquier infección (…) Incluso si tienes hermanos, tendrán diferentes respuestas de células B», enfatizó el profesor de patología e inmunología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington (Estados Unidos), Ali Ellebedy.
Los expertos también estudiaron las sutiles diferencias entre la infección natural por Covid-19 y la vacunación. Para ello, aislaron cientos de células B de memorias en personas infectadas o vacunadas; descubriendo así que infección natural parece dar como resultado células B de memoria que luego evolucionan continuamente.
Dicho efecto se potenció más cuando los individuos se recuperaron de la enfermedad y luego se vacunaron.
Ahora los científicos intentan comprender si es posible adaptar las pautas de vacunación para que los antídotos puedan provocar una respuesta inmunitaria hibrida de forma automática, lo que facilitaría el combate de nuevas variantes de cualquier enfermedad.
En relación a qué vacunas parecen ser más efectivas, los investigadores expresaron que los de antídotos de ARN mensajero, como las producidas por Pfizer, Moderna y Novartis, parecen funcionar mejor, aunque no han determinado exactamente el porqué.
«Estas vacunas producen una respuesta de células B de memoria mucho más robusta (…) Si las comparas con la vacuna contra la influenza, por ejemplo, la respuesta es al menos 10 veces mayor», añadió Ellebedy.
Además, retomando el tema de la inmunidad hibrida, los expertos estudian si combinar vacunas podría provocar una respuesta inmunológica igual de poderosa.
Por último, Nussenzweig considera que saber cuál es la mejor manera de activar nuestro sistema inmunitario también jugará un papel muy importante para permitir que los sistemas de atención médica respondan rápidamente y reduzcan la tasa de mortalidad.