por: Yesimar Gerdler
14/01/2024 | 7:00 am
El Impulso
Cada 14 de enero tiene lugar en Barquisimeto, estado Lara, una multitudinaria procesión en honor de la Divina Pastora de las Almas, patrona de la entidad y una de las advocaciones marianas más importantes de Venezuela.
En este día, miles de personas acompañan a la Virgen en su peregrinación anual desde su santuario en la parroquia Santa Rosa hasta la capital larense.
Esta procesión mariana es considerada la tercera más grande a nivel mundial, solo superada por la que se hace con la Virgen de Guadalupe, en México; y la Virgen de Fátima, en Portugal.
Sin embargo, la peregrinación de la Divina Pastora tiene un toque auténtico y es que la imagen sí sale de su templo y recorre buena parte de la ciudad. Por lo tanto, se puede decir que es la procesión mariana más grande del mundo en lo que respecta a nivel de asistencia.
El origen de esta devoción es inspiración del sacerdote capuchino, Fray Isidoro de Sevilla (1662-1750), quien hizo una descripción de la Virgen como una pastora y pidió a Miguel Alfonso de Tovar, el más famoso y notable pintor sevillano, que le pintara un cuadro con esas características.
La devoción fue traída a Venezuela desde Sevilla en mayo de 1706. Para el año 1750, en el cual fallece Fray Isidoro, la misma ya se encontraba ampliamente extendida tanto en Europa como en América.
Aunque no existen registros exactos del año en que comenzó la veneración por la Divina Pastora en el estado Lara, cuentan que hacia el año 1740, el Vicario parroquial de la iglesia de la Inmaculada Concepción, ubicada en el centro de Barquisimeto, quiso incorporar a su iglesia una imagen de la Divina Pastora, ya que había conocido esta advocación en la Catedral Metropolitana de Caracas
Al mismo tiempo, el párroco de Santa Rosa encargó a un famoso escultor que le hiciera una estatua de la Inmaculada Concepción.
Ambos sacerdotes consignaron sus solicitudes en un solo documento a un mismo escultor. Los envíos se hicieron y los cajones contentivos de las imágenes llegaron al mismo tiempo, pero cambiados, es decir, la Divina Pastora llegó a Santa Rosa y la Inmaculada Concepción a la parroquia Concepción.
Cuando el párroco de Santa Rosa abrió el cajón y se dio cuenta de lo sucedido, ordenó que lo cerraran y lo llevaran a la parroquia Inmaculada Concepción, pero, para el asombro de los presentes, el cajón se puso extremadamente pesado y por más esfuerzo que hacían para cargarlo no fue posible levantarlo del suelo de la iglesia.
Este raro acontecimiento fue interpretado como una señal del cielo de que la Divina Pastora no se quería ir de Santa Rosa y, por ende, obedeciendo esa señal, el padre determinó que la imagen se quedara en propiedad de la iglesia del pueblo.
Otro hecho que dio fuerza a la veneración de la Divina Pastora fue durante el terremoto que devastó a Venezuela el 26 de marzo de 1812.
A causa del sismo, se desplomó por completo el templo de Santa Rosa, excepto el nicho en donde se encontraba la Divina Pastora, que permaneció intacto.
Finalmente, a mediados del siglo XIX tuvo lugar un acontecimiento que contribuiría a la consolidación definitiva de la Divina Pastora como patrona del estado Lara.
En 1855, se desató en Venezuela una terrible epidemia de cólera que cobró la vida de muchas familias.
Cómo el número de contagios y muertos aumentaba cada día, el padre Macario Yépez decidió hacer las gestiones necesarias para que la Virgen saliera en procesión desde su templo por las calles de Barquisimeto.
Se cuenta que el sacerdote, afectado por la enfermedad, le pidió de rodillas a la Divina Pastora que él fuese el último en morir a causa del cólera; petición que fue concedida, y a partir de ese mismo día, la epidemia cesó.
Es a raíz de este hecho, y en recuerdo de este día, que todos los 14 de enero se traslada, en una procesión multitudinaria y fervorosa, la Divina Pastora desde Santa Rosa a Barquisimeto, en un recorrido de poco más de 7,5 kilómetros.
Durante su estancia en la capital larense, la Virgen visita las 52 parroquias de la ciudad, tres Vicarias y dos iglesias filiales, para finalmente emprender el regreso a su santuario el Sábado de Concilio.