por: María Fernanda Pérez
24/10/2025 | 9:30 pm
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La historia del robo de la Gioconda del Museo del Louvre el 22 de agosto de 1911 sigue siendo uno de los sucesos más asombrosos en la crónica del arte mundial. Lo que comenzó como la rutina de dos pintores, Louis Béroud y Frédéric Laguillermie, al llegar al Salón Carré para dibujar, se convirtió en una noticia global: la obra maestra de Leonardo da Vinci había desaparecido.
Inicialmente, los guardias pensaron que el cuadro había sido reubicado, pero pronto la magnitud de la desaparición alertó a la Sûreté Parisienne. Cerca de 60 detectives investigaron el caso, tomando huellas dactilares a 257 empleados sin éxito, a pesar de que el criminólogo Alphonse Bertillon había encontrado una huella en el marco y el cristal abandonados.
La investigación se estancó, provocando la dimisión del director del Louvre y llevando a sospechar incluso de figuras como el poeta Guillaume Apollinaire y el pintor Pablo Picasso, quienes fueron interrogados y absueltos por su supuesta conexión con robos previos de estatuillas fenicias.
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Durante 28 meses, el paradero de la Mona Lisa fue un misterio, con la prensa internacional fascinada y recompensas de hasta 50 mil francos ofrecidas por su recuperación.
El ladrón y su móvil “patriótico”
El enigma se resolvió en diciembre de 1913 en Florencia, Italia, cuando un anticuario, Alfredo Geri, y el director del Museo de los Uffizi, Giovanni Poggi, alertaron a las autoridades. El ladrón resultó ser Vincenzo Peruggia, un vidriero italiano que había trabajado en el Louvre.
Peruggia confesó que había robado la obra por «patriotismo», argumentando que la Gioconda debía regresar a Italia. Se había escondido con el cuadro bajo una capa la noche del 21 de agosto y había logrado salir del museo sin ser visto.
Peruggia fue juzgado en Italia y, gracias al fervor patriótico que despertó, fue condenado a solo siete meses de prisión. Tras una exitosa gira de exhibición en Italia, la Gioconda regresó al Louvre el 4 de enero de 1914, donde desde entonces se exhibe bajo una seguridad intensificada, poniendo fin a uno de los episodios más insólitos de la historia del arte.