por: Edgar Pilca
09/09/2025 | 8:30 pm
NatGeo/Shutterstock
En las profundidades de los canales de Xochimilco, se esconde un rincón que hiela la sangre y cautiva a los más curiosos. No es un jardÃn flotante ni un embarcadero turÃstico, sino un santuario de horror y misterio, conocido como la Isla de las Muñecas.
Este macabro islote, tapizado con cientos de muñecas desmembradas, sucias y sin ojos, es una de las atracciones más singulares y escalofriantes de la capital mexicana.
Pero su historia va más allá de un simple espectáculo para turistas valientes. Se trata de un relato marcado por la tragedia, el misticismo y la soledad de un hombre.
La leyenda de Julián Santana Barrera
La historia de la isla está intrÃnsecamente ligada a la figura de su antiguo propietario, Julián Santana Barrera, un ermitaño que, según la leyenda, llegó al sitio hace más de 70 años.
Se dice que Julián, un hombre de profunda fe y costumbres excéntricas, descubrió el cuerpo de una niña ahogada en el canal y, atormentado por su espÃritu, decidió colgar muñecas en los árboles para apaciguar su alma.
Lo que comenzó como una ofrenda a la niña fantasma, se convirtió en una obsesión. Julián coleccionaba muñecas de la basura, las reparaba (o lo intentaba) y las colgaba por toda la isla, creando un ambiente cada vez más inquietante.
Wikipedia
Durante décadas, su peculiar ritual lo mantuvo aislado del mundo exterior, pero a la vez lo convirtió en una leyenda local. Su vida terminó en 2001, cuando su sobrino lo encontró muerto en el mismo lugar donde, supuestamente, habÃa hallado a la niña.
Destino turÃstico para valientes
Hoy, la Isla de las Muñecas es un destino turÃstico para aquellos que buscan experiencias fuera de lo común. Para llegar, es necesario contratar una embarcación que navegue por los intrincados canales.
Los visitantes no solo pueden ver las muñecas, sino también dejar sus propias ofrendas o dinero, creyendo que la isla tiene una energÃa especial o, incluso, que las muñecas se mueven por sà solas.
Aunque algunos consideran la isla un simple circo para turistas, la mayorÃa de los que la visitan reconocen la atmósfera única y lúgubre que la rodea.