por: Elena Velásquez
12/06/2022 | 7:00 pm
Línea Adhesiva
Dicen que los mejores descubrimientos surgen por casualidad, tal fue el caso de la gravedad, la penicilina, e incluso, el mecanismo que dio origen al cierre mágico.
La historia de este mecanismo de cierre, que es empleado principalmente en la industria textil, comenzó en el año 1941, en un campo lleno de flores de cardo alpino por el que paseaban el ingeniero suizo, Georges de Mestral, y su perro.
Durante el recorrido, el hombre notó que era bastante difícil desenganchar las florecillas que, constantemente, se pegaban a su pantalón y al pelaje del can, por lo que decidió examinarlas más de cerca.
Guardó varias de ellas y las observó con ayuda de un microscopio, descubriendo que estas tenían un montón de ganchillos, los cuales le permitían adherirse con facilidad a las superficies compuestas por hilos, cabellos o pelos.
Aunque todo pudo haber quedado allí, De Mestral hizo gala de su vena de inventor y utilizó su descubrimiento para idear un «revolucionario sistema de cierre» que, a diferencia de los tradicionales, era sencillo, resistente, prácticamente invisible, y además, no se trababa.
Para 1959, el ingeniero registró la marca «Velcro», cuyo nombre proviene de la conjunción de las palabras francesas Velours (bucle) y Crochet (gancho), y para 1955 se le otorgó la patente del producto; sin embargo, le costó introducirlo a la industria textil porque este «cierre sin cierre», daba la impresión de estar hecho de «sobras baratas».
No obstante, la Nasa reconocería el potencial del producto para sus trajes espaciales y para fijar objetos en ausencia de gravedad, pero el «cierre de gancho y bucle» o «cierre de contacto» no se masificó hasta el año 1978, cuando caducó la patente y se crearon múltiples imitaciones.