por: María Fernanda Pérez
08/05/2025 | 6:00 pm
REUTERS/Yara Nardi
La reciente elección del estadounidense Robert Prevost como el nuevo Papa, quien adoptó el nombre de León XIV, despertó interés no solo por su origen, sino también por la resonancia histórica del nombre que ha elegido.
A lo largo de la historia de la Iglesia Católica, 13 pontífices antes que él llevaron el nombre de «León», cada uno marcando su pontificado con hechos y legados distintivos. La elección de este nombre por parte de Prevost no es casualidad, sino un tributo consciente a una tradición de liderazgo, valentía y visión.
El nombre de León en el papado se ha convertido en sinónimo de autoridad moral, firmeza ante la adversidad y una capacidad constante de adaptación y reforma.
Desde los principios del cristianismo hasta el siglo XXI, los Papas León han enfrentado desafíos internos y externos, dejando una huella imborrable en la historia de la Iglesia.
Un recorrido histórico por el nombre
San León I Magno (440–461): Considerado uno de los Padres de la Iglesia y Doctor de la Iglesia, San León Magno es recordado por su defensa de la ortodoxia católica, especialmente en la definición de la doble naturaleza de Cristo en el Concilio de Calcedonia (451) a través de su influyente «Tomo a Flaviano».
Su prestigio trascendió lo teológico al persuadir a Atila el Huno de no saquear Roma, un acto que lo convirtió en símbolo de liderazgo espiritual y diplomático en tiempos de crisis.
León II (682–683): Este Papa confirmó las actas del Tercer Concilio de Constantinopla y se opuso firmemente a la herejía del monotelismo, que negaba la existencia de dos voluntades en Cristo. Su breve pontificado se centró en la defensa de la doctrina ortodoxa.
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León III (795–816): Su pontificado estuvo marcado por un evento trascendental: la coronación de Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en el año 800. Este acto selló una alianza crucial entre el poder espiritual y el temporal, moldeando el mapa político y religioso de la Europa medieval.
León IV (847–855): En un período de amenazas externas, León IV se dedicó a fortalecer las defensas de Roma, especialmente tras los ataques sarracenos. Reconstruyó y reforzó las murallas alrededor del Vaticano, dando origen a la llamada «Ciudad Leonina» (Civitas Leonina), un testimonio de su liderazgo en la protección de la sede papal.
León V (903) y León VI (928–929): Estos Papas gobernaron durante un período turbulento conocido como el «Saeculum obscurum» (Siglo Oscuro), una época de inestabilidad política y moral en el papado. Sus pontificados fueron breves y tuvieron un impacto limitado en la historia de la Iglesia.
León VII (936–939): En medio de la agitación política, León VII se esforzó por promover la reforma monástica y actuó como mediador en los conflictos entre la nobleza romana, buscando restaurar el orden y la disciplina dentro de la Iglesia.
León VIII (963–965): Su elección como Papa se produjo en circunstancias controvertidas, con el respaldo del emperador Otón I. Algunos lo consideran un antipapa, reflejando la intensa lucha entre el poder espiritual y el poder secular durante este período.
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León IX (1049–1054): León IX fue un enérgico reformador que luchó contra la simonía (la compraventa de cargos eclesiásticos) y el nicolaísmo (el concubinato clerical).
Sus esfuerzos sentaron las bases para la posterior Reforma Gregoriana. Trágicamente, su pontificado culminó con el Cisma de Oriente en 1054, un evento que dividió a la cristiandad entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa Oriental.
León X (1513–1521): Miembro de la poderosa familia Médici, León X fue un mecenas del Renacimiento y continuó la ambiciosa construcción de la Basílica de San Pedro.
Su papado coincidió con el inicio de la Reforma Protestante liderada por Martín Lutero. A pesar de su excomunión de Lutero en 1521, no pudo evitar la profunda división que transformaría el panorama religioso de Europa.
León XI (1605): Su pontificado fue uno de los más breves en la historia de la Iglesia, durando apenas 27 días. Su breve paso por el papado no dejó un impacto significativo.
León XII (1823–1829): En un contexto marcado por las ideas liberales surgidas de la Revolución Francesa, León XII adoptó una postura conservadora, oponiéndose a estas nuevas corrientes y buscando restaurar la disciplina eclesial tradicional.
León XIII (1878–1903): El legado de León XIII es particularmente significativo. Su encíclica Rerum Novarum (1891) marcó un hito al abordar las cuestiones sociales derivadas de la Revolución Industrial.
En ella, defendió los derechos de los trabajadores, abogó por la justicia económica y delineó las responsabilidades del Estado y el capital frente a la pobreza.
Esta encíclica se considera el punto de partida de la Doctrina Social de la Iglesia y demostró una apertura al mundo moderno, al tiempo que promovía el pensamiento tomista y la renovación intelectual católica.
Lo cierto es que la elección del nombre «León XIV» por parte de Robert Prevost es un acto cargado de simbolismo. Según fuentes vaticanas, este nombre fue elegido en homenaje directo a León XIII.
Este último pontífice es recordado por su profunda contribución a la doctrina social de la Iglesia a través de Rerum Novarum, su visión de un diálogo entre la fe y el mundo moderno, y su habilidad diplomática en un período de grandes transformaciones sociales y políticas.