por: María Fernanda Pérez
25/08/2023 | 10:00 pm
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Mérida es un destino que atrae a muchos turistas nacionales e internacionales. Su encanto radica en la majestuosidad de los paisajes que posee, pero también en los misterios que esconde y que han trascendido en la cultura popular con el pasar del tiempo.
Una de las layendas más conocidas de este estado es el de la «Loca» Luz Caraballo, la cual ha sido contada de generación a generación y se centra en la historia de una mujer que vivió una contundente tragedia que la marcó para siempre.
El relato se remonta a la época colonial venezolana, cuando en una noche de tomenta unos soldados españoles llegaron a su casa buscando refugio. Así, Luz Caraballo los recibió amablemente y les dio un lugar para descansar.
Sin embargo, aquellos hombres intentaron abusar de ella y para defenderse les arrojó una vela encendida, hecho que provocó un incedio en la vivienda.
A pesar de lo ocurrido, logró sobrevivir, pero el trauma la hizo enloquecer.
Otra versión
Hay quienes cuentan que Luz Caraballo era una mujer de la época colonial que perdió la razón cuando su esposo e hijos fueron reclutados por el ejército de Bolívar. Muchas versiones aseguran que ella condujo a españoles por la ruta opuesta a la del Libertador, permitiéndole continuar su viaje por los Andes.
Lo cierto es que esta versión ha tenido una notable influencia en la cultura popular y es común escuchar historias de personas que han visto a la «Loca» Luz Caraballo en las noches merideñas más oscuras.
Además, hay una estatua en su honor, monumento que se encuentra en una plaza dentro del «Parque loca Luz Caraballo», en Apartaderos. Es una obra de 19679 del artista plástico español Manuel de La Fuente y es considerada patrimonio cultural de la entidad.
Asimismo, el escritor y poeta, Andrés Eloy Blanco, también la inmortalizó con su pluma, con unas líneas que, en la actualidad, están en la memoria colectiva de muchos venezolanos:
De Chachopo a Apartadero
caminas, Luz Caraballo,
con violeticas de mayo,
con carneritos de enero;
inviernos del ventisquero,
farallón de los veranos,
con fríos cordilleranos,
con riscos y ajetreos,
se te van poniendo feos
los deditos de tus manos.
La cumbre te circunscribe
al sólo aliento del nombre,
lo que te queda del hombre
que quién sabe dónde vive:
cinco años que no te escribe,
diez años que no lo ves,
y entre golpes y traspiés,
persiguiendo tus ovejos,
se te van poniendo viejos
los deditos de tus pies.
El hambre lleva en sus cachos
algodón de tus corderos,
tu ilusión cuenta sombreros
mientras tú cuentas muchachos;
una hembra y cuatro machos,
subida, bajada y brinco,
y cuando pide tu ahínco
frailejón para olvidarte
la angustia se te reparte:
uno, dos, tres, cuatro, cinco.
Tu hija está en un serrallo,
dos hijos se te murieron,
los otros dos se te fueron
detrás de un hombre a caballo.
“La loca Luz Caraballo”
dice el decreto del Juez,
porque te encontró una vez,
sin hijos y sin carneros,
contandito los luceros:
…seis, siete, ocho, nueve, diez…