por: Jonás Rodríguez
21/10/2023 | 9:30 pm
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La música es considerada una especie de lenguaje universal, puesto que es capaz de llegar a todos los lugares del mundo sin importar el idioma; sin embargo, pocas personas saben de dónde provienen las musicales que componen las melodía que disfrutamos a diario.
Según los registros históricos, el percusor de este sistema fue el monje benedictino, Guido de Arezzo, quien se dio cuenta de que los monjes no conseguían recordar muchas veces los cantos gregorianos.
Su mecanismo consiste en una notación neumática del gregoriano que se sustenta en cuatro modulaciones de la voz o neumas.
La particularidad de estas partituras es que no se anotaba ni el tempo, ni el ritmo. Así que era imposible repetirlas si antes no las habías oído.
Las partituras estaban distribuidas de la siguiente forma:
Igualmente, Guido estableció una serie de seis notas con distancias fijas entre ellas: dos tonos enteros inferiores, un semitono central y dos tonos enteros superiores.
Además, perfeccionó la escritura musical con la invención del tetragrama (cuatro líneas de diferentes colores: Do=amarilla, Fa=roja, La intermedio=negra, Mi=negra) y puso nombre a las notas.
En relación a este último ítem, se conoció que el teórico musical se inspiró en las sílabas iniciales de cada una de las estrofas de un himno popular interpretado en las vísperas de San Juan Bautista (24 de junio) para bautizar las notas.
Con el paso de los años, se han empezado a introducir valores rítmicos cada vez más pequeños y se han perfeccionado otros aspectos.