por: Elena Velásquez
16/10/2025 | 10:50 am
AP Foto/Ariana Cubillos
El próximo 19 de octubre, tras la aprobación de la causa para su canonización, la madre Carmen Rendiles será la primera venezolana en alcanzar la santidad universal.
Sin embargo, su camino hacia los altares comenzó muchos años atrás, no solo con la vida de fe de esta religiosa caraqueña, sino también con el legado milagroso que surgió a través de su intercesión. Por eso, hoy hablamos del segundo milagro que impulsó su canonización.
La historia de esta gracia nos lleva a Gisela ObadÃa y su hija, Fabiola Abreu, quien fue la beneficiaria del segundo milagro de la beata criolla.
La familia de Gisela llevaba una vida que ella misma ha descrito como ordinaria y tranquila, pero cuando su hija cumplió 15 la tranquilidad dio paso al temor.
Tras una caÃda, que a su vez vino acompañada por un latigazo, Fabiola fue diagnosticada con una hidrocefalia triventricular idiopática; una condición grave en la que los ventrÃculos cerebrales se ven recrecidos debido a la acumulación de lÃquido cefalorraquÃdeo.
Después del diagnóstico, la joven debió ser sometida a cirugÃa de urgencia en 2015 y, tres años más tarde, debió volver a quirófano dos veces más debido a un fallo en la válvula que regulaba la presión. Lamentablemente, la última intervención desató una meningitis y una encefalitis que sumieron a Fabiola en un coma profundo y a su familia en un estado de preocupación indefinido.
Entre tanto tiempo en la habitación de la clÃnica donde la joven permanecÃa recluida, la señora Gisela tomó una decisión que parecÃa no tener importancia: encender el televisor; no obstante, una acción tan pequeña como aquella, bastó para dejar atrás lo poco que quedaba de su vida ordinaria.
Aquel dÃa, 16 de junio de 2018, se transmitÃa la beatificación de madre Carmen Rendiles, una monja venezolana cuya existencia desconocÃa y a la que acudió, sin pensarlo dos veces, para pedir por la vida de su hija.
Foto de Abraham Tovar
Tras esa primera plegaria en aquella habitación hospitalaria, una de las hermanas de Gisela acudió al Colegio Belén, cuna de las Siervas de Jesús y última morada de madre Carmen, para pedir por la salud de su sobrina.
Producto de esa visita, la tÃa de la joven volvió con una estampita de la beata que fue pasada por la cabeza de Fabiola incontables veces pidiendo un milagro. Mientras la gracia llegaba, Fabiola debió abandonar la clÃnica para evitar una infección hospitalaria y su hogar se convirtió en su clÃnica.
El dÃa del cumpleaños de la joven, el padre Franklin de la parroquia MarÃa Madre del Redentor, quien es amigo de la familia, acudió al hogar de la señora Gisela y ofició una misa en la que apareció la primera prueba de que se gestaba un milagro: Fabiola, que durante aquel estado de coma no habÃa reaccionado a nada, comenzó a gesticular respuestas a las oraciones.
Semanas después, la familia decidió llevarla a una misa en el Colegio Belén, donde una de las Siervas de Jesús puso sobre sus manos una reliquia y un cuadro de madre Carmen, confiando en que Dios obrarÃa a través de la beata para devolver a la vida a la joven.
Y asà fue. El 18 de septiembre de 2018, la esperanza de la señora Gisela ya flaqueaba, llegando a pedirle a Dios que se llevara a su hija para que esta no sufriera ni quedara con las devastadoras secuelas de las que hablaban los médicos; pero al alba del 19 de septiembre, pudo escuchar como su hija le volvÃa a hablar con claridad después de tanto silencio: «Mamá, quiero hablar con mi abuela», fue lo único que Fabiola articuló antes de que su madre rompiera a llorar al tener ante sà el milagro por el que tanto habÃa suplicado.
Lo que siguió a este dÃa fue una prueba de la grandeza de Dios y de la intercesión de madre Carmen Rendiles, pues la joven pudo comer, moverse y desenvolverse como si no hubiera estado meses postrada, tanto asà que dos dÃas después de su despertar, pidió ir a la tumba de madre Carmen en el Colegio Belén para dar las gracias a la beata que habÃa obrado su recuperación.
Por si fuera poco las pruebas cognitivas que se le realizaron demostraron ausencia total de secuelas, lo que impulsó a la entonces superiora de las Siervas de Jesús, Rosa MarÃa RÃos, y al padre Franklin, a impulsar la causa de canonización de madre Carmen Rendiles.