por: Elena Velásquez
19/08/2024 | 8:00 pm
Pixabay - Imagen Referencial
Dormir es una de las necesidades básicas del ser humano, sin embargo, algunas veces no es tan fácil conciliar el sueño en la cama después de haber logrado dormirte en el sofá ¿A qué se debe esto? Aquí te lo contamos.
El sueño tiene diversas etapas, pero lo que permite que inicie la primera es la denominada «presión del sueño», es decir, la «necesidad natural de dormir que aumenta con el tiempo que pasamos despiertos».
Dicha presión es la que hace que, a medida que transcurre el tiempo, vayamos sintiendo el cansancio que nos lleva a dormirnos.
Cuando el cuerpo comienza a sentir el cansancio, el cerebro libera melatonina para dar pie al ciclo de sueño y, en teoría, mientras más tiempo se alargue el momento de irse a la cama, más cansancio debería tener el cuerpo, por lo que debería ser más fácil dormirse, pero si una vez que nos dormimos interrumpimos el ciclo, puede ser más difícil recuperarlo.
Partiendo de ello, se ha demostrado que las personas suelen dormirse en el sofá porque este suele ser el primer «espacio de relajación» tras la jornada.
¿Qué significa esto? Que luego de pasar todo el día atento a diversos estímulos, cuando nos sentamos o acostamos en el sofá, nuestro cerebro lo entiende como una oportunidad para dar paso al cansancio y liberar la melatonina, por lo que poco a poco el cuerpo va relajándose hasta que, sin darnos cuenta, podemos quedarnos dormidos en el sitio, sin importar si estábamos haciendo otra tarea como leer, ver televisión e incluso, comer.
Sin embargo, si por algún motivo nos despertamos de este sueño en el sofá y decidimos pasarnos a nuestra cama, el cerebro a veces no lo interpreta solo como interrupción del ciclo, sino como el din del mismo; motivo por el que el cuerpo vuelve a concentrarse en otros estímulos, potenciando los mecanismos que le hace estar alerta.
Al activarse nuevamente estos mecanismos, la tranquilidad y comodidad que se había alcanzado en el sofá desaparecen y el cuerpo se alista para mantenerse en vigilia otra vez; por ello, cuando por fin llegamos a la cama, es posible que no solo no podamos volver a conciliar el sueño, sino que comencemos a tener una mayor cantidad de pensamientos y preocupaciones que, a final de cuentas, no nos permitirán dormirnos rápida y fácilmente.