por: Elena Velásquez
08/07/2024 | 6:00 pm
El Confidencial
Aunque los insultos y las groserías suelen ser consideradas como como palabras negativas, malsonantes y vulgares, la ciencia ha demostrado que, en algunos casos, puede ayudar a reforzar lazos sociales.
Sí, así como lees, según disciplinas científicas como la lingüística, la psicología, la sociología, e incluso la neurociencia; las palabras y expresiones soeces pueden, en ciertos contextos, tener buenos efectos en las relaciones sociales de quienes la utilizan.
De acuerdo a los expertos, el «lenguaje grosero» puede favorecer la camadería, llegando a ser un gran aliciente para «aumentar la cohesión grupal y la sensación de pertenencia». Además, si se considera solo al individuo que pronuncia tales palabras, se ha comprobado que pronunciar insultos puede servir como una vía para aliviar el dolor y el estrés, o hacerse más resistente a estos.
Un buen ejemplo de ello, es la relación entre el uso de insultos y groserías en el deporte y el ambiente que se vive en cualquier competición, principalmente en el fútbol; aspectos que han sido ampliamente estudiados y detallados por especialista, escritores y más.
Por ejemplo, el autor Rafi Kohan en su libro «The Only Book about Destroying Your Rivals That Isn’t Total Garbage» («El único libro sobre cómo destruir a tus rivales que no es basura total» según su traducción al español), refiere que el lenguaje grosero «tiene aplicaciones muy claras en la creación de un sentimiento de ‘nosotros contra ellos'».
«Cuando se habla mal de un rival, se refuerza un sentimiento de identidad (…) Refuerzas quiénes somos nosotros y quiénes son ellos (…) Hablar mal puede ser perjudicial para el rendimiento, pero al mismo tiempo, algunos entrenadores dicen que hablar mal entre los jugadores es señal de un ambiente sano en el equipo, porque es un mecanismo de unión», explica.