por: MarÃa Fernanda Pérez
05/09/2025 | 8:30 pm
Foto de David Clode en Unsplash
La historia está llena de conflictos extraños, pero pocos son tan absurdos y fascinantes como la Gran Guerra del Emú. En 1932, en un rincón de Australia Occidental, una fuerza militar altamente entrenada se enfrentó a un enemigo inesperado: 20 mil emús hambrientos.
Lo que comenzó como un intento serio de proteger los cultivos de trigo se convirtió en una comedia de errores que ha perdurado en la memoria colectiva.
AsÃ, el telón de fondo de este enfrentamiento fue la Gran Depresión. Los agricultores, muchos de ellos veteranos de la Primera Guerra Mundial, luchaban contra la sequÃa y la caÃda de los precios del trigo.
De repente, una plaga de emús, buscando alimento y agua, invadió sus campos, causando estragos y destruyendo las vallas que protegÃan sus cosechas de otros animales. Desesperados, los granjeros solicitaron ayuda al Gobierno, que respondió con un plan aparentemente infalible: enviar soldados armados con ametralladoras para diezmar a las aves.
En este sentido, el ministro de Defensa, Sir George Pearce, convencido del éxito de la misión, envió a la Séptima BaterÃa Pesada de la ArtillerÃa Real Australiana, comandada por el Mayor GPW Meredith, junto con un camarógrafo para documentar la victoria. Pero lo que la fuerza militar no anticipó fue la astucia y resistencia de sus oponentes.
El enfrentamiento fue un fracaso espectacular desde el primer momento. La primera táctica, una emboscada, se vino abajo cuando una de las ametralladoras se atascó, y los emús se dispersaron en todas direcciones con una velocidad de hasta 50 km/h.
Como si tuvieran sus propias tácticas de guerra, las aves corrÃan en zigzag, hacÃan de vigÃas, y se mostraban asombrosamente resistentes a los disparos, con una piel dura que desviaba las balas y la capacidad de seguir corriendo incluso después de haber recibido múltiples impactos.
Los soldados intentaron perseguirlos en camiones, pero el terreno accidentado y el comportamiento impredecible de las aves hicieron que la misión fuera casi imposible. Después de apenas una semana de combate, los soldados se vieron obligados a admitir la derrota.
Los emús, por su parte, fueron aclamados por el público como los verdaderos héroes de la contienda. El conflicto fue incluso objeto de burla en el Parlamento australiano, donde se sugirió que las medallas deberÃan ser para las aves por su victoria.
Aunque el Gobierno intentó reanudar la misión un mes después, los resultados seguÃan siendo desastrosos. El ejército australiano, en una derrota humillante, finalmente se retiró de la batalla.
El Mayor Meredith, en su informe oficial, reconoció la «invulnerabilidad de los tanques» de sus adversarios y bromeó con que si tuviera una división de hombres tan resistentes como los emús, podrÃa enfrentarse a cualquier ejército del mundo.
Al final, la guerra se resolvió con la entrega de municiones a los agricultores y la construcción de vallas a prueba de emús, una solución más exitosa y menos ridÃcula que la intervención militar.